Imprimir

La vida del cristiano transcurre entre dos verbos: “estar” y “enviar”.

Un cristiano está con Jesús, siente su amor, saborea en el silencio de su oración la certeza de su presencia que nos anima, nos reconforta y nos ayuda. Nos anima a darnos a los demás como Él y a vivir a merced de los demás. Estamos con Jesús a la vez que nos envía a los demás a anunciar su presencia.

“Fiel amigo de Jesús fuiste Juan su precursor, y en el dolor de la muerte apoyo y báculo de la madre, a quien diste amparo en su dolor”. Así canta el coro de voces blancas del Colegio Nuestra Señora del Carmen en una composición escrita por D. Ramón Mas Soler cuya letra es de D. Manuel Polo Planelles. Esta pieza se canta en la Procesión del Santo Entierro, el Sábado Santo, cuando el coro acompaña a la Cofradía de San Juan Evangelista, alternándose con la banda de los Lucas, que a su vez interpretan una pieza compuesta expresamente para ese día por el mismo compositor. Coro y banda acompañan la imagen del apóstol y con su canto y las tristes notas que salen de las cornetas con sordina para la ocasión, anuncian a María la muerte de su hijo.

Antes de morir, Jesús ya había elegido a Juan como su mejor amigo para que cuidara a su madre y a su vez, para representar a todos los cristianos como hijos de María.

El fiel amigo de Jesús se deja todo por seguirle y para anunciar el Evangelio.

En Éfeso, donde se venera la tumba de San Juan, queda constancia de que siguiendo el mandato de Jesús, Juan y María vivieron allí entre los años 37 y 48 de nuestra era, y allí volvió tras el exilio en La Isla de Patmos, donde siguiendo el mismo mandato de anunciar el Evangelio, escribió el libro de Las Revelaciones o Apocalipsis.

Juan, más que cualquier otro discípulo, ocupaba un lugar especial en el corazón de Jesús. En la Biblia es llamado “el discípulo a quien Jesús amaba”. Juan era un amigo cercano y personal para Jesús. Junto a Marta, Lázaro y María, Juan es descrito explícitamente como alguien a quien Jesús amó (Juan 11,3-5).

Enrique Ernesto Febbraro, psicólogo, músico…y candidato por dos veces al Premio Nobel de la Paz, estableció el día 20 de julio como el “día del amigo”, Ese día de 1969 el hombre llegó a la luna, se pararon todos los conflictos y el hombre miró al cielo. Ese día la humanidad fue solo una. En la antigüedad, Sócrates prefería un amigo a todos los tesoros y Horacio decía, que un amigo era la mitad de su alma. Siguiendo la historia, San Agustín decía que lo único que podía consolar los males de esta vida eran la fe y el amor de un verdadero amigo.

De un amigo se espera lealtad, sinceridad, fortaleza, generosidad, gratitud, pero la amistad también exige comprensión, trabajo para con los demás y trabajo con uno mismo.

Queremos dedicar este artículo a nuestro cofrade Salva Asensio Lloret, cuya vida nos fue arrebatada el pasado mes de julio en un accidente de tráfico. Todos valorábamos de Salva la capacidad para escuchar y la entrega a sus amigos.

Salva ha dejado un gran vacío en nuestras vidas, pero él tuvo una vida plena. Ayudaba y escuchaba a todos. Fue leal, comprensivo, sincero y sobre todo inmensamente generoso. Nadie que acudiera a él se iba con las manos vacías. Aunque corta, su vida estuvo llena de trabajo, de amor y de entrega. Queremos agradecer el amor y la fidelidad que siempre tuvo con nosotros.

Esperamos que estés gozando en el cielo por tanto amor y alegría que aquí nos dabas

Descansa en paz, buen amigo SALVA.