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A MI MADRE

 

 Como cada año por estas fechas, me dispongo a prepararme para las próximas celebraciones de Semana Santa, pero no puedo.

En mi interior siento un vacío, algo muy extraño. No puedo decir que sienta miedo; más bien lo definiría como una sensación de desamparo, de soledad.

Parece mentira, pero después de haber pasado más de 40 años al frente de esta cofradía, este año siento ese vacío, siento inseguridad, como si el camino a seguir se hubiera difuminado, como un niño que busca la sonrisa de aprobación.

Como cada año, ya está todo a punto. Los costaleros, tras muchos Whats App con sus jefes de vara para ponerse de acuerdo con las fechas de los dos ensayos reglamentarios, ya están preparados. Dña. Bienve Candela ya ha repartido todas las vestas que durante las procesiones organizará Dña. Mª Dolores Más, no sin antes haberse enfadado con algunos por no respetar el horario y su marido, Manuel Gallardo, ya lo tiene todo a punto, el local, los caramelos, los pins para vender durante el almuerzo, las flores encargadas, las llaves de la portería donde se guardan las cosas, los metales limpios y el carro para transportar los porta-cirios preparado. Todo en perfecto estado de revista.

D. Pedro Quesada se ha encargado un año más de preparar todo lo necesario para el almuerzo de Viernes Santo, como en años anteriores lo hiciera D. Ramón Frias

Los portadores de la bandera y faroles guía, D. Alejandro Espinosa, Dña. Ángeles Carnicero y D. Antonio Maciá también tienen ya sus vestas preparadas y también la cena de los costaleros está un año más contratada, como todos los años, en el Restaurante las Palmeras.

Este año, no hemos necesitado acudir a los talleres de Benedicto, nuestro orfebre en Redován, porque no ha habido nada por restaurar, ya el pasado año restauramos la cruz de nuestra bandera. Tampoco hemos tenido que restaurar la imagen ni el trono, cosa que ya hicimos el pasado año para darle a la imagen más altura y distinta iluminación de lo cual se encargaron D. Andrés García y D. Manuel Giménez quién también tiene ya encargados los libros de agradecimiento con los que cada año obsequiamos a algunos de nuestros cofrades por su labor, como el que tan merecidamente se le dio el pasado año a nuestro costalero D. Domingo Blanc Cabrera.

D. José Antonio Quesada Martínez ha conseguido también que nuestros timbalistas se hayan esforzado en los ensayos para que en las procesiones ningún fallo pueda distraer a nuestros costaleros. También la Banda de cornetas y tambores de los Lucas, que el pasado año cumplió su centenario, sigue ensayando para acompañarnos un año más en la procesión del Santo Entierro, que junto con el Coro de voces blancas del colegio Nuestra Señora del Carmen, dirigidas por D. Joaquín Fuentes, interpretando la pieza “San Juan” que D. Ramón Más Soler compuso para nuestra Cofradía y “Anima Christi” de D. Marco  Frisina le den a la procesión la solemnidad que requiere.

María Pilar Lloret hace ya tiempo que presentó a D. Miguel Lledó nuestro artículo para la revista de Semana Santa y mi hijo D. Antonio Asensio tiene ya preparados a sus costaleros y el trono para el Domingo de Resurrección.

Nuestra participación en las actividades de la Federación de Cofradías, así como en” Ayuda al Hermano Cofrade”, se han cumplido según lo esperado.

Pero a pesar de todo tengo miedo de que llegue el momento, ese momento de Miércoles Santo, ya de noche, con todas las cofradías en la iglesia y la Plaza de la Constitución llena de gente, bulliciosa, abuelos con sus nietos contándoles las tradiciones, papás orgullosos con sus hijos de la mano, gente que vuelve a Crevillent durante esos días con alguna lágrima indiscreta que produce la emoción.

Me imagino este año subiendo por la calle Sagrado Corazón de Jesús y llegando a la plaza y es a mí a quien se le escapa esa lágrima indiscreta porque entre el bullicio, como todos los años, miraré hacia la izquierda y no veré sus ojos tras la cortina. Ya no estará mi madre; no estará allí para ver llegar “als mes guapos”, como ella llamaba a los costaleros de la cofradía.

Tampoco mi madre estará sentada en su sillón esperando a que la visite después de haber entrado el paso a la iglesia, para volverme a contar como mi padre en su día se hizo cargo de la cofradía y muchas anécdotas, como cuando el escultor Juan García Yúdez, autor de la imagen que hoy procesionamos, la trajo al pueblo sin haberle policromado los ojos, queriendo que una crevillentina, Doña Trinidad Pérez Pérez sirviese de modelo para esculpir la mirada de la imagen del apóstol. Todas esas miradas que en su día se cruzaron cuando la imagen llegó, se dirigirán ahora hacia nosotros para vernos llegar.  Ese día mi mujer también echará en falta las recetas milagrosas de mi madre para el cuidado y la limpieza de la imagen y yo echaré de menos sus historias, sus riñas y aprobaciones.

Como un presagio, el pasado Miércoles Santo, cuando nos dirigíamos hacia la Iglesia de Belén, miré a los costaleros y había un hueco, era el de mi hijo que por motivos de trabajo no podía estar. Me sentí muy triste, pero sonó el teléfono y era él que me llamaba para decirme que estaba de camino y que quería entrar el paso a la iglesia conmigo. Pudo llegar a tiempo.

Sé que este año mi madre no estará, pero me consuela pensar como las nuevas generaciones continúan aquello que un día mis padres heredaron de sus padres y que con tanto esmero nos han transmitido,

Este año, cuando llegue con el paso a la plaza, mi madre no estará ahí pero miraré al cielo para agradecerle que me haya hecho depositario de tan importante tradición.